JORGE-ERNESTO - 2007-06-10 00:00:00
Qué pensará la farola viendo como florece un tango bajo su luz, luz amarilla como el oro, como un tapiz de luz, una alfombra dorada, para que los enamorados den rienda suelta a su fantasía, se sometan al duende de su cadencia, a su son, a su danza de amor, con sabor a tango argentino, sabor a gaucho, con aire arrabalero, como sus fantasías del pintor.
En la escena, la sensualidad a flor de piel ha dejado que el tiempo se pare, y con él, dos copas sobre la mesa mudas han quedado, en su espera, a ser apuradas contemplando a la pareja, esperando que el tango llegue al clímax, sea éxtasis, sea nostalgia, sea lujuria; mientras el compás y la melodía llenan la atmósfera de fantasía, embriagan de emoción el instante al son de la Cumparsita, Caminito, quién sabe, … igual es Cambalache.
Azules, rojos, amarillos, naranjas y verdes, retazos de color que se conjugan, que suman, para crear un tapiz de colores, que se rinde a tanta entrega, tanta pasión; no falta ningún detalle, hasta los zapatos a dos colores, le dan un aire arrabalero, a picardía, a callejero, a mundano.
Wálter Félix, vuelve a jugar con el trazo, dominando la rigidez de la línea, haciéndola parecer insegura, pero no, la ha domado de tal manera, que huye de la perfección como lectura, como referente, para que el ojo no pase de largo y se fije en ella, y no vea su rectitud, sino, repare en la intención, y la intención se llama creatividad, arte, torrente de imperfección de belleza interior, para que la mirada, deje que el color campee como le plazca en los dominios de la tela, como si fuera una mariposa gigante, sacudiendo sus colores para crear una estampa, el tango y su farola.
Felicitaciones Wálter por hacernos disfrutar con la sensualidad de este tango, baile hermoso nacido a orillas del Río de la Plata.