JORGE-ERNESTO - 2007-05-19 00:00:00
Dumitru Felciuc, recurre a su paleta en busca de refugio a su inquieta
imaginación, y es su imaginario el que le da respuestas para su idea,
presentándonos una obra que nos sugiere el génesis, antes de la luz, una recreación sugerente, un viaje a su yo más íntimo.
En la composición no hay peces, en vez de agua vacío, el cielo no tiene color de cielo, y la tierra resquebrajada con heridas aún de parto sólo alberga sombras, árboles negros, bajo un cielo fucsia dominado por nubes negras que tienen prisionera a la luz de un sol cautivo; un baile de sombras que nos retrata la oscuridad, la ignorancia, la falta de fe, la falta de luz. Donde la paloma, en primer plano nos sugiere al espíritu santo, la divinidad, presencia que le da un tinte bíblico a la escena.
El pintor en su afán, domina el poder de la línea proyectando su idea, previsualizando para enfrentarse a lo intangible, a lo que sólo es producto de su imaginación, desatando la fuerza de su acción creadora, el movimiento para establecer la melodía y el ritmo de la comunicación visual en su trance articulador e infatigable de la forma, llevando a su inventiva al génesis, para que su impronta recree la esencia de la idea, una imagen reveladora acerca de la creación, cuando todo era caos, cuando de las tinieblas surgió un mundo hecho de la nada.
En esta obra, el autor podría estar creándose a sí mismo, donde la paloma sería su propio espíritu, su inconciente; y los árboles negros un reclamo de sus propios miedos, escondidos en lo más profundo de su fuero interno.
Enhorabuena al pintor por recrearnos esta hermosa metáfora; cuya idea en su trazo alcanza los dominios del lienzo con la armonía del virtuosismo de creador, arriesgando al máximo en el color que se debate entre contrastes irreconciliables.