Adiós se escribe...
¿De veras que no hay ningún sitio ahí afuera, o en otro universo en paralelo, donde mis hijos y yo podamos comer sin tener que escuchar siempre, entre bocanada y bocanada, el estremecedor ruido de la caída sobre el centro de la mesa del veneno dinero? En el fondo,
a unos cuantos metros del epicentro terráqueo,
sólo quise ser barrendero
para poder retocarle el suelo de la avenida
a toda la comitiva Byron.
Qué triste
tener prohibido
creer
en lo creado.
Qué triste
todo.
Qué... ¿Qué? Yo, esto, la circunstancia 5.393.358.
.
Apago,
me voy
y os vuelvo a dejar
con vuestros impuestos añadidos
sobre la anticipación
y contemplación de las olas.
Yo no le puse IVA al mar.
Yo sólo quise ser libre...
pero me quedé
en un puto libreto de cifras
y agujeros en el duodeno.
.
Adiós
se escribe...
escribiendo.
Fotografía y texto (c) Daniel Yáñez González-Irún, 2010