Texto (c) Paloma Blázquez Crespo
Fotografía (c) Daniel Yáñez González-Irún 2009
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Poniente, sur, despedida, atrás... todo, inmigra-emigra-migrar sin rastro… cayuco, se le cierran los ojos, intenta mantenerse despierto, esa caída de párpados puede resultar mortal, el sueño por la borda, la comida escasea y a la deriva.
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El cansancio, la sed… pone cenicientos los rostros, los labios se agrietan, los latidos ausentes sin músculo /aorta como balsas de medusas... sólo la supervivencia.
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Días, horas, minutos y segundos interminables... allá quizá la playa.
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La mochila negra resbala al costado, se arrodilla sobre la arena, hundido sobre el lecho de la esperanza, no repara en los cuerpos tendidos y exánimes.
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Tinieblas, saca el coraje de las entrañas y sigue... no hay brújulas para caminar, hay desesperación, hay determinación, vehemencia, impulso, compulsión de pisadas y carrera desaforada hacia ninguna parte.
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La luz artificial sobre la alambrada, la noche azul de neón y escalar, a ritmo de palpitaciones, patadas y a pulmón. La cima tiene un nombre: alegría ya… ya lo consigue.
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Fatiga y manta, ruego impenitente, agua resbalando por la garganta, pelao, espalda mojada, sin papeles, clandestino, lenta espera desconcertada en las comisarias de Babel, angustia y vértigo, repatriación, el sol quema en el desierto, abandono, vagar, desterrado, errante, éxodo, apátrida, paria, y grito inaudible, grito espeluznante, grito roto, alarido despavorido... alarido desarraigado...
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¿Qué se siente al ser corpúsculo de soledad ?