JORGE-ERNESTO - 2008-06-20 00:00:00
“La espera”, un halito, un soplo, una esperanza, por si vuelve la vida, por si vuelve el amor o el destino que aún no llega.
Excepcional interpretación, “la espera”, una poesía fresca que envuelve sus versos en color, con estrofas que se leen en las formas y líneas que la composición nos regala con matices oníricos, un sueño, al que el protagonista se agarra para esperar su tren, él y su sueño, él y la espera; un estado de inquietud y una estación, en la que la esperanza deja volar sueños para que la vida vuelva a sonreír. Un sueño ávido de esperanza que el pintor ha recreado magistralmente en esta obra.
En un mundo dislocado, el tren y sus rieles dialogan en silencio con quien espera, mientras ajena se asoma una ciudad sola, a oscuras, aguardando que llegue un nuevo amanecer, un nuevo día, para que los sueños en su viaje tengan luz; mientras, los relojes en su lucha con el tiempo han congelado el momento en sus agujas para que la espera ilumine con colores la flor de la esperanza.
¿Quién no ha sentido esta sensación? ¿Quién no ha esperado alguna vez? Esta obra tiene la peculiaridad de hacer florecer la esperanza, tiene la frescura del amanecer y el alivio sereno del atardecer, los colores de una mariposa vestida de azules, la ilusión de un universo de sueños y la luz de esos días cuando la vida se detiene para confiar en el destino.
Obra concebida con acierto de creador, “la espera”, nombre teñido de esperanza, que le da un aire poético a la composición, que genera curiosidad e inquietud, que abduce a quien la contempla, algo que mantiene viva la ilusión, donde va cautivo el corazón para que libre vaya el alma en busca de luz, para ungirse de esperanza, mientras la quietud del cuerpo al son del tiempo que pasa, se alimenta de sueños, piensa, espera, curte las cicatrices del corazón.
Mejor no se podría pintar un sueño, “la espera”, una melodía encadenada, un canto a la ilusión, un rayo de luz en una ciudad que duerme mientras su protagonista sueña.
Hace falta ser un soñador para regalarle sueños a la esperanza, sueños que mantienen viva la espera.
Enhorabuena Arnold.
Blancag - 2007-11-26 00:00:00
Excelente, las palabras sobran.
MARGOT - 2007-07-02 00:00:00
La mirada extasiada queda al contemplar esta obra, encierra tanto misterio en la emoción y tanto equilibrio en la composición, que sólo la genialidad del pintor es capáz de concebir, ocurrencia de maestro, una evocación a la esperanza.Felicitaciones.
walter - 2007-06-02 00:00:00
Arnold Quintero con sus pensamientos eterniza mediante los pinceles el drama de la sociedad actual, un caos de ciudades indiferentes de las las emociones humanas, frías y duras; en los relojes nos hace reflexionar sobre lo impotentes que somos frente al tiempo.
Simboliza con poesía el lado más débil de la humanidad.
Te felicito Arnold.
melozco - 2007-05-31 00:00:00
Arnold con su visión muy personal retrata el momento mismo en el que se detiene el tiempo cuando la espera se hace perturbadora y dramática, sus colores fríos hacen de esta obra un duro reflejo de la impaciencia, de la angustia y soledad que se vive, semblanza drástica en un ocaso de esperanza.
Su viaje a lejanas tierras del pensamiento, nos hace reflexionar sobre el drama del ser humano, en un mundo muy paradójico, en un paraíso infernal; situándonos en la espera de un desbocado transporte que nos lleve a nuevas experiencias o pensamientos.
Quintero utiliza la metáfora para que quede semblanza de un tránsito por esta vida, muy compleja y nos maravilla con la ilusión forjada basándose en matices y formas muy saturadas de paciencia
Felicidades Arnold
Marite - 2007-05-30 00:00:00
Aunque la existencia física esté limitada al espacio y al tiempo, la conciencia no tiene esos límites.
Arnold Quintero, en esta obra navega los enigmas de la conciencia, para hacer florecer la esperanza en el alma, con suaves colores para soñar. Entiende que en sueños se puede ir más allá de la realidad, su realidad, la espera; en esta recreación podría ser que se esté esperando a sí mismo, es como si hubiera escapado de su conciencia para que desde su posición como observador, mirarse, viendo lo que ocurre en su mundo exterior, su vida. Él y su yo, frente a frente, luchando con el pasado para que el futuro sea el encuentro con su sueño.
El pintor, soñando ha dejado atrás el mundo real, dejando que las geometrías de su trazo tomen formas caprichosas para retener su sueño, dibujando un horizonte que nos deja ver un ocaso sereno pero radiante a la vez, que ilumina la espera, porque sabe que después del ocaso, no hay nada; sólo una ciudad a oscuras, que se esconde mientras la luz en las ventanas se resisten a apagarse; pero le queda una esperanza, el tren que viene.
Mientras la vida le va marcando un compás envuelto en instantes de nostalgia, él y su universo, son una sola cosa, por eso sueña; aunque el tiempo sea más veloz que su memoria, las agujas del reloj, aún le dan tiempo para atrapar algún recuerdo.
Despojándose del virtuosismo de su trazo, el pintor ha construido un universo donde el tiempo queda atrapado en sus esferas, en medio de una arquitectura desarropada de lo vulgar, para que se vea la emoción y el sentimiento en su estado virginal.
Mi enhorabuena al pintor.