Sentado frente a mi Mar,
en silencio escucho al día marchar;
sentado frente a mi Mar,
una gaviota perdida, se olvidó regresar.
Sentado, mirando y sintiendo,
este atardecer vestido de oro
embrujo para la luna que llega,
balada de amor que se entrega,
con ese beso eterno, como único tesoro.
Amarillos de la vida,
que inauguráis mis noches,
que llenáis el cielo de magia prendida,
que de mis sueños sin dueños,
una palabra y una caricia escapa agradecida.
(jpellicer)