anamaria - 2007-04-18 00:00:00
Esta obra es puro sentimiento, el autor utiliza la desnudez para mostrar su yo más íntimo, ya que cualquier accesorio nos distraería, aunque no significa pobreza, allí están los tacones, significando también que se ha desprovisto de todo lo externo para ser ella misma, en esencia. No me importan los motivos de su sufrimiento, lo que me llega es el sufrimieto en sí mismo, el no puedo más, quizá un abatimiento que hemos sentido todos alguna vez. Enhorabuena Hermel.
JORGE-ERNESTO - 2007-04-18 00:00:00
Obra de gran impacto visual, se ve a una mujer solitaria sin ropa, que parece desnudar su alma ante la mesa, y como únicos testigos sus zapatos de tacones rojos, compañeros de mil batallas en su día a día; escena sometida a un expresionismo implícito, donde la protagonista desnuda su alma a solas y en silencio, donde su pesar y su vergüenza no es su desnudez, sino, quizá la desesperación o el laberinto de sus pensamientos que la atormentan, el peso de su conciencia.
La composición, austera, un personaje que parece haber sido esculpido con escoplo, una atmósfera que retrata el desespero, que perturba al pensamiento, nos deja al descubierto a una mujer abatida, sentada en el suelo sobre sus piernas y reclinada sobre una mesa a falta de un hombro en quien apoyarse, donde con un brazo cubre su rostro para ocultar su dolor, su pesar y con la otra mano se cubre la cabeza en señal de recogimiento ante tanta soledad.
Obra revestida de una enorme carga emotiva, donde podría verse a una mujer que nos esté recreando un cara a cara con la pobreza al estar desnuda y descalza, pero no, la presencia de los zapatos de tacones y su color rojo, es un mensaje oculto de su realidad, que nos sugiere que se trata de una prostituta que está ahogando su grito callado en su lucha con la soledad; atrás queda lo efímero del éxito reflejado en las escaleras que se pierden a su espalda, a lo lejos en la oscuridad.
En esta obra, que nos recuerda las mejores épocas del expresionismo, Hermel Orozco, con pocos elementos nos recrea las sensaciones más íntimas de su personaje, atrapando en una burbuja un sentir, un estado de ánimo, al mismo tiempo que arriesga al límite en la composición, el trazo y el color; aquí rompe la perfección de la forma en la recreación del cuerpo y sublevándose a lo académico, transgrede el sentido natural del color de la piel, un color que no es puro, que está en la frontera entre el gris, azul y violeta, quizá porque la mujer se siente así, impura en lo más profundo de su ser.
Excelente interpretación de un tema poco abordado y una muestra diferente y personal del arte expresionista que practica este talentoso pintor de América Latina.