La gruesa capa que retuerce cada poro de piel, mantiene rígido, e intacto el aliento de sed, gracia que despierta por asumir la ira de los amaneceres, que islán los asomados ojos el brillo cristalino del agua, cuando rebotan y precipitar la orilla, es feroz de hambruna, por los indeseables que contaminan el vacio de la realidad.