Pons-Tello - 2007-03-17 00:00:00
Uno de los aspectos interesantes de la postmodernidad consistía en asumir el ideal romántico de que es posible la comunicación trascendente a través de la simple experiencia estética. Pero toda estética conlleva una ética. El Arte ya no aspira a plasmar la Belleza como fenómeno atemporal, sino como diría Baudelaire “a plasmar lo eterno en el instante”. El título de esta obra deviene revelador. Nada queda, en efecto, porque todo es efímero. La materia del universo (de los infinitos universos grandes y pequeños) es dinámica y se transforma sin cesar igual que el artista varía la obra según el momento emocional, intuitivo o racional. La realidad matérica, lo pretenda el artista o no, aparece como un discurso misterioso, como misteriosos son los relieves del tronco de un árbol, las grietas de una roca o la orografía sedimentada de un terreno fluvial. El artista como la Naturaleza (texturadora suprema) atrapa instantes y los convierte en efímeramente eternos.