Alejo-Gonzalez - 2007-03-13 00:00:00
Me gusta mucho esta obra. Recuerda un poco el trabajo de Rufino Tamayo, pero no tanto que no se sienta un lenguaje y mundo propios suyos. Siento este cuadro reminiscente de la epigenesis de lo humano en la persona. Muy buen trabajo. El manejo de los colores me parece espectacular y expresivo sin ser excesivo. Es el punto perfecto.
Goyo - 2007-03-06 00:00:00
Parece, por esta obra, que estamos ante un artista que podríamos definir como "sacro", por los valores mítico-religiosos y primitivos que encarna.
Encuentra en la recreación del pasado, en la erección en primer plano de esos ídolos paganos y/o cristianos, de esos seres antropomorfos, un medio de expresión que nos acerque al éxtasis de lo mutable desde sus orígenes. Es de destacar que los brazos alzados de una de las figuras semeja un candelabro judío.
Una economía de formas, de insinuaciones, de movimientos, nos quiere llevar a establecer una comunicación con nuestros ancestros o una premonición de nuestro futuro. El artista se postula como un mediador, como un visionario que descubre un templo donde halla esta iconografía, la cual, la percibe y la construye, como un simbolismo y una predestinación estética, la transforma en una contemplación que va más allá de nuestra sensibilidad, y quiere incidir en nuestra cosmovisión.
Detrás de este universo y organización visual trasciende un intento de reintepretar lo que ha sido el origen y la vida del imaginario ancestral, de su desarrollo y de su forma de establecer esa comunicación que es al mismo tiempo la base para una utopía de la representación, la que nunca deja de consagrar nuestra necesidad de crear y hacer arte.
Creo que es un trabajo a seguir por las cualidades intrínsecas que muestra, sus hallazgos y su voluntad de acercar el pasado al futuro.