Hace unos diez años me planteé la opción de despedirme, durante un tiempo, de la figura humana como referente para pintar, quizá para desintoxicarme del bombardeo lógico-figurativo o académico, al que fuimos sometidos en la facultad de Bellas Artes. También soportaba mi intención, el hecho de que, la presencia de la figura humana como protagonista de la obra, expulsa al espectador de ella, y no le permite adentrarse para participar de la escena, sentir que puede manipular los objetos que percibe en la imagen, que los puede interpretar, deformar o jugar con ellos.
Mi premisa fue invitar al espectador a participar, a percibir un paisaje y entrar, y acabar la obra según su imaginación, y establecer un diálogo que prolonga la vida de la obra y la hace evolucionar con el pensamiento común. La comunicación es el camino para el fin evolutivo.
Analizando las teorías sobre la percepción visual, comprendía el hecho de que la imagen fuese rectilínea era producto de la interpretación de nuestro cerebro. La percepción es relativa y está sujeta a las limitaciones de nuestros sentidos, con lo cual no está tan lejos de la razón, entender la realidad como un infinito espacio curvilíneo.
Sin ir más lejos que a uno mismo, nuestros ojos son semiesféricos, y el reflejo de las imágenes en la retina es curvilíneo, si lo percibimos rectilíneo es porque nuestro cerebro la ha corregido en base a los filtros cognitivos, o lo aprendido a través de los sentidos. Me pareció tremendamente lícito deformar el referente, y mucho más divertido el no sujetarme a reglas geométricas, sino dar rienda suelta a la intuición y bailar sobre la composición, para definir lo no definible, dibujar el desdibujo y tratar el cuadro como una ventana al espacio indefinido, o a lo que no percibimos en el entorno cotidiano.
Comprender que sólo podemos percibir un porcentaje ínfimo de las luces y colores que la realidad alberga, me invita a buscar cuando pinto, las relaciones que me permitan imaginar los colores que no vemos. Así me decido a poner un rojo sobre un fondo de tonos fríos, o un azul donde habitan los cálidos, enfatizar los volúmenes para buscar detrás de lo que no podríamos ver en un espacio normal.