Esta pieza inspirada en un fragmento de ladrillo moldeado y vidriado del palacio real de Darío I, en Susa, siglo V a.C.
Representa una potencia latente y segura de sí misma, uniendo el león, el águila el dragón y el carnero. Este magnífico ejemplo de escultura animalista, simboliza el espíritu de una civilización heredera de un inmenso pasado, y sin embargo rico en originalidad.