Goyo - 2007-03-23 00:00:00
Baltasar Rodolfo hablaba del sentimiento esencial del atleta y el luchador, emparentado con la aspiración a una sobrehumanidad realizada en este mundo, por el mero camino de la belleza física y de la fuerza. También la obra de este escultor hay una referencia velada al impulso neopagano del Reich alemán y el realismo socialista soviético.
Cirlot entiende que este colosalismo grandioso es el resultado de un hambre cósmica, lo que no está en contradicción con lo que representa este forzudo y la alegoría política de la que es protagonista. El soporte somboliza la isla, el territorio, y el coloso el pueblo que la habita. No hay derrota sino afirmación a través del banderín enhiesto y anclado sólidamente en esa tierra, no hay otro destino que el de una nación que no se deja doblegar, porque su fuerza es hercúlea y su determinación insobornable.
El cíclope es rudo, torpe, voluminoso, pero férreo y monumental, tiene que dar imagen de solidez y vigor, y de una virilidad (especialmente en otras esculturas) en todo su esplendor. Y está desnudo porque es pobre. Epopeya y apología se unen para transformar la materia en idea, la forma en ideología, la creación en simbiosis.
Constituye una estética de agitación, testimonio y convicción, no muy sutil porque su propósito es ir directo a los ojos y la mente del espectador.