JORGE-ERNESTO - 2007-07-11 00:00:00
Obra pintada con colorido de carnaval, con luz de medio día para que la góndola que surca el canal con los enamorados, disfruten del encanto de la serenísima como se le llama a Venecia.
Marco Ortolan nos presenta un tema sin complejidad figurativa, revelando un realismo equilibrado, que se magnifica en el contraste de perspectivas y el diseño fúlgido de las figuras y volúmenes que se acercan y se alejan, dejándonos planos y fondos de elaboración uniforme que embellecen la composición.
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“La vigilia de Dios en Venecia”, representada por una sombra que dibuja claramente una mano que se alarga señalando con el dedo sobre el cielo Veneciano; título sugerente que recoge el milagro de una ciudad que sobrevive al tiempo por debajo del nivel del mar, un prodigio divino que hace posible ver hoy, lo que recrea el pintor, la góndola, el canal, la catedral, palacios, casonas, el hombre, la máscara, el ropaje y el carnaval, todo ello y más, y siempre el agua, presente en todo momento.
La figura humana en primer plano enfundada en traje típico de carnaval, alcanza impresionante analogía con el modelo, recogiendo a pesar de la máscara los signos notables de expresividad que revela la identidad del personaje, que nos desvela el espíritu festivo de Venecia, para ello qué mejor en la recreación que los colores rojo y oro en la vestimenta; un lenguaje de deliberada literalidad refinada.
Esta obra recoge los fidedignos rasgos de un realismo de jerarquía, en el que, el propósito estético no se detiene en la superficial imitación del modelo, sino que va más allá, busca la recreación de una atmósfera de ensueño, una oda al romanticismo, un homenaje poético, un canto festivo, a carnaval, a través del color sabiamente elegido y delimitado por un dibujo bien hecho.
Hermosa obra de una ciudad encantada, perdida en el tiempo, un lugar de ensueño con aires viejos bañados de frescura, antigüedad que florece en vetustas estancias de apariencia vacías, que guarecen en callejuelas acanaladas que se enredan como pequeñas serpientes entre puentes menudos para que el gondolero no interrumpa el viaje; al final el gran canal con sus aguas verdosas de atmósfera lúgubre, para que el sol pueda brillar como en ningún otro lugar, un lugar donde se ha detenido el tiempo.
Felicitaciones al pintor por esta bella estampa hecha pintura.