Goyo - 2007-06-19 00:00:00
Una original y ascendente distribución en horizontal de un cuadro mural compartimentado en seis cuadrados, nos ofrece una perspectiva de la concepción del artista respecto a la condición interior de la naturaleza humana.
El fondo negro o azul oscuro nos trae a primer plano el bosquejo de unas figuras que parecen salidas de unas escenas fotográficas convencionales, típicamente familiares. Solas o en grupos y en distintas posturas trazan unas formas pictóricas fruto de unas emociones íntimas, palpitantes, de las que se desprenden evocaciones de sufrimiento, soledad y hasta horror. Las finas lineas blancas que las separan todavía hacen más intentas y apasionadas a esas imágenes que perturban a la mirada del espectador sin darle descanso.
Los colores, en manchas dispersas, aplanados, constituyen la fuerza simbólica sobre la que descansa la falsa simetría de los cuerpos, su fealdad, la regresión a un paraíso en el vacío que se quiere describir como un más allá hipotecado en el más acá.
Obra conmovedora y cruel, la pincelada que perfila esa fantasmagoría ha seguido los rastros que llevan a un carnaval dramático y nos lo deja para su contemplación, como señal de que podemos reconocerlo en cada instante.
El desasosiego deja paso a la reflexión.