Goyo - 2007-01-04 00:00:00
Hay obras que con su presencia están pidiendo un marco teórico que las encuadre, las haga existir con ese desarrollo doctrinal que permita su definición e identificación como una propuesta plástica que se alimenta de una visión original.
En este caso concreto, nos encontramos ante una muestra que aglutina y fusiona muchas variables, tanto coloristas como organicistas como suprematistas, incluso más (¿puntillismo?). El propósito deliberado del autor es proyectar un itinerario, un mapa que conduzca nuestra mirada por los distintos hitos en que se distribuye la masa pictórica, que juegue y se deleite con ese ajedrez que bascula de una esquina a otra en una desorganización aparente que sirve para no dejar descansar al ojo.
En definitiva, es una exigencia perceptual la que nos involucra en esta obra si bien no requiere tensión, ni fuerza, solamente el lúdico ver de una sinfonía que desgrana color y formas con la sabiduría del que tiene en su haber el misterio y la capacidad para asonbrarnos con la magia de lo que está más allá de la mera realidad monocolor.