Goyo - 2007-06-01 00:00:00
Franjas de color plano que organizan y enmarcan el lienzo, reducción de las formas al mínimo esencial, hombre y objeto solitarios en una inmensidad que se se prolonga más allá de la tela.
Un pintor con una obra muy personal y con un gran afinidad a la segunda etapa del pintor americano Milton Avery, cuyas figuras minúsculas en comparación con la naturaleza parecen tragadas por el lavado azul del mar.
Mientras Avery embarga de melancolía sus cuadros, Olmo se decanta por la soledad, por enfatizar la esencia y final del destino que nos aguarda, cuya única compañía será la naturaleza, otra forma solitaria que quiere compatir ese desamparo aunque solamente sea con una mínima comunicación. Sin embargo, como elemento a considerar, puede pensarse que esa simbiosis entre el hombre y el objeto cotidiano del que se sirve se ha roto y por lo tanto ya no hay más que distancia que va agrandándose.
La descollante asimetría de las formas y su composición formal resalta los valores plásticos que el pintor deliberadamente quiere situar como símbolos.
Y también es una muestra de una voluntad inconfundible de estilo y un mensaje que se contiene asimismo en una contemplación silenciosa que sutilmente nos lleva a establecer la interrelación en diagonal y horizontal entre los tres protagonistas.
Obra intensa y reflexiva, marca pautas también para la identificación en esa síntesis de soledad y destino.