Goyo - 2007-02-01 00:00:00
En este lienzo hay tres aspectos a considerar:
a) una cualidad plástica que se construye de acuerdo con las técnicas de comunicación de masas, es decir, trata de identificarse con los hábitos perceptivos del espectador mayoritario. Se trata de utilizar los recursos cartelistas (similares a los cinematográficos), las imágenes rotulistas, letreristas, eficazmente, para desarrollar un sólido contenido representativo.
b) una cualidad simbólica por cuanto el recipiente contiene información, transmite comunicación y promueve significados. Existe o ha de existir una interrelación de signos que en su metamorfosis se sintetizan para crear una visualización válida, cuyos valores queden a la vista y no puedan relativizarse desde una supuesta ambiguedad.
c) una cualidad funcional, relacionada con los efectos del mensaje, tanto a escala individual y colectiva.
La composición, que podemos encuadrarla dentro de un realismo de significación social, nos depara igualmente un medida visión entre primeros planos y un segundo plano crecido, simbología de la amenaza de lo vertical (el ente destructor impávido dando la espalda al horror del que es autor) sobre lo horizontal postrado (destacando una desnudez joven, pletórica, en plena vida, y a su lado la vejez, la ancianidad) yacente, frágil, o lo que en dimensiones más reducidas está en movimiento porque huye, corre, intenta salvarse. Mujeres, ancianas y niños, no son elementos que estén al azar, son los más indefensos.
Sin embargo, los elementos señalados en el apartado a), al mismo tiempo que enfatizábamos su acierto por su efectividad, permite cierta desvalorización de la obra porque le restan, por el formato de consumo que ha utilizado y por su tratamiento frecuente como emblema propagandístico, cierta autenticidad y verdad, pero no por ello deja de ser un intento de testimoniar una realidad contemporánea tan cercana al propio autor.