Mirada fecunda que se extasía en las pléyades, en las galaxias que se acentúan constantemente.
Parte del microcosmos para interesarse por la vida, por el macrocosmos que está allí pero partiendo de aquí.
La mirada fecunda es un canto a la vida, es una dedicación asombrosa a la propia evidencia de la determinación, aquello que se instala a partir de la vibración, para, luego, ir más allá.
La vida es parte del misterio, de un misterio de la tercera dimensión, que sigue de otra manera en otras dimensiones.
De lo biológico, vida, transformación, materia que, a continuación, destila su propia evidencia para convertirse, transformarse en aquello que se halla más allá de la propia evidencia.
Porque Rolando busca la verdad a partir del silencio, que no es quietud, sino movimiento continúo.
El agua, a partir del agua la existencia, dentro de los cuatro elementos que se consideran partes de una confluencia.
Vida, voluntad del amor, del amar, de ir más allá de la determinación, en el lejano sol, que nos introduce en diferentes dimensiones, hacia la propia consideración de que lo que existe es parte de la luz, que es quien genera la comprensión y el amor de la reencarnación para mejorar e instalarse en la pléyade de sistemas a partir del camino plateado.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)