Estudio en rojo, navegando hacia la memoria del olvido
Memoria desestructurada, heridas de un ayer que todavía es hoy en el mañana de las cosas buenas y malas, positivas y negativas.
Nos hallamos en nosotros mismos, a partir de lo que es por sí mismo, de la propia envergadura de la existencia, de aquello que va más allá de la forma aparente, consecuente, en lo recóndito del alma estamos cual guardianes de las esencias, permitiéndonos buscar, resolver, ir hacia las galaxias que son en nosotros, cual laberinto escondido, color rojo.
Rojo de la sangre, de la ternura, pero también de los surcos, día de trabajo, el trabajo.
Somos aquello que producimos, hombres y mujeres, el hombre, el ser que sufre en el color rojo, en el estudio en rojo, permitiéndonos ciertas aperturas hacia otras realidades resultado de la falta de la necesaria armonía porque, en ocasiones, estamos sumergidos en la gran maquinaria que nos aprisiona.
Estudio en rojo, hacia los surcos y cicatrices, cicatrices del alma, de la hermosura perdida y a lo mejor producto del más allá que es el aquí y ahora en todos los tiempos, espacios y momentos.
Navegamos hacia la memoria del olvido, hacia el olvido de que todos somos uno, de que todos somos el ser. De lo que es el ser es por sí mismo, resultado o producto de la gran fuerza que nos lleva en volandas hacia la formulación de la transmutación.
Una transmutación sedienta de sangre, en ocasiones terrible y despiadada, pero, también, afán y crónica de luchas pasadas.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)