Punto de luz, triángulo, inclinación, línea violeta, fondo rojo, vida, fuerza, empuje, vibración.
La luz como ente emblemático, como centro equidistante de la evidencia del cambio y el gran movimiento, entendido como eje primordial.
Un eje que se superpone, que se supera a sí mismo de manera constante. Un punto de luz que equilibra lo que se desvanece, cambia y transmuta. La luz como fuerza especial, como energía que revitaliza y equilibra.
Dinámica visceral, en el viaje a lo biológico, a partir de lo sugerido en lo más alto. Punto de luz, somos luz, espíritu, lo espiritual no entiende de diferencias, porque no las hay, todo es parte de la conciencia del todo. El todo es la nada, es decir el vacío, la materia y la anti-materia, energía y anti-energía, la fuerza y la trascendencia de la contemplación.
En lo espiritual no hay distinciones y diferencias; mientras que los sueños de la razón producen monstruos, porque la razón está sujeta al pensamiento, a los estadios cerebrales y neuronales que nos permiten avanzar o retroceder, armonizados por las experiencias de la propia existencia.
En lo vibracional, en el movimiento, en plena pendiente, está el triángulo que lo puede todo; el triángulo que va más allá de lo esperado en lo diferente. Arriba el punto de luz que funde la asimetría, catapultando la fuerza del todo en lo determinante, porque no hay nada, solo cambio y espíritu, ley del universo.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)