Rostro en mundo caótico, en la evidencia de la determinación, en lo sublime alcanzado a partir de la desarmonía, porque existe una tendencia hacia la energetización controlada y ascendente.
Del desorden a la conjugación de equilibrios y simetrías. Conjunto observaciones que constatan el discurrir de la propia conjura de las cosas, que circulan a un ritmo que no es el preciso.
Caos, desequilibrio, desorden, momentos de abandono en lo emblemático de los referentes existenciales.
Sin en embargo, en el desorden está la tendencia hacia el cosmos, hacia el ordenamiento de las cosas de modo natural.
No hay caos, es apariencia de caos, porque en el desorden existe un orden que redirige lo que existe hacia sus propias voluntades de armonización.
Es la consecuencia de la belleza de la existencia. Una belleza de la vida que se sustenta en los pilares de la civilización encuadrada en lo más alto del pabellón de la pulsión vital.
Destaca el pabellón vibracional, energético, que se funde en lo más alto para ser orden en el desorden, para hallar aquellos puntos de interés en la calma de los acontecimientos que imparte de forma sutil la frecuencia vibracional altamente elaborada en lo más preclaro del justo término y en lo más alto de la propia evidencia.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)