Goyo - 2007-05-31 00:00:00
Está claro que no nos quiere ahorrar crudeza en la imagen, hasta crueldad podemos avizorar en ese cuerpo plasmado con fuerte empaste.
No cabe duda que tiene como mentores a Lucian Freud, Spencer, Bacon, todo un imaginario de una realidad psicológica devastada por el pesimismo, la melancolía y hasta la locura.
Esta pintora, con una coherencia palpable en la visión plástica que tiene como misión, quiere dejar al desnudo nuestra fragilidad, nuestra incapacidad para aceptarnos, por eso nos vemos como un autorretrato en sus figuras, principalmente femeninas.
Su fin es establecer una relación íntima con el espectador, no precisamente amable, sino conjurada a desvelar con una fuerte expresividad nuestro interior, obligar a encararnos con nuestro autorretrato hasta identificarnos con lo que trasmite.
¿Es la fealdad, la deformación, el desgarro o la humillación lo que estructura nuestro ser más hondo?
La verdad es que la mirada de esta mujer es la de una criatura sorprendida y abrumada por el espanto de su propia condición. La nuestra es la de enfrentarnos o evadirnos.
Una iconografía que merece todos mis respectos.