Pons-Tello - 2008-02-26 00:00:00
En el volcán del Arte, se extiende la llama de la mirada. El fuego, fenómeno primordial, agente de transformación y de regeneración, deviene la alquimia que actúa en el centro de toda cosa, de toda obra.
Los ojos contemplan la danza del fuego, allí donde baila la tierra y habita la incombustible samalandra. Acabada la fiesta, de las cenizas, renace el Ave Fénix para completar el ciclo. Acabar para volver a empezar en el tránsito eterno de los opuestos.
El artista, como Prometeo, roba ese fuego y se lo concede desinteresadamente a los hombres. Ya nada es lo mismo si se contempla el mundo con pupilas incandescentes.