Goyo - 2007-02-23 00:00:00
En este momento en que Humberto está exponiendo en Madrid es el más apropiado para una reseña de su nueva obra, proyecto que sin dejar su impronta personal y artística, la que le es propia y le define, va a nuevos estadios, aquellos en los que su relación con una forma de concebir configuran un imaginario más sugerente.
El color sigue siendo el mediador de un universo onírico y fantasmal de unos habitantes que se agitan en la penumbra, que dialogan y se enfrentan, se odian y se aman. No son ámbitos de realidad distintos, no nos engañemos, cuando los contemplamos nos contemplamos a nosotros mismos en un medio físico y geográfico determinado, aislado porque es una isla metafórica y real en donde vive y percibe la fuente de la que emana su trabajo.
Nos deja esos habitantes con sus símbolos, con una densidad cromática, con escenarios entre la fantasía y lo fantasmal, pero que son presencias, no sublimaciones, de lo físico, corporal u orgánico.
No hay una ruptura de la percepción sino un procedimento plástico para descubrirnos en otros que son nuestros dobles, pues no se trata de un mundo exterior sino del mundo interior de nuestra fantasía e imaginación. No quiere una visión exterior, desea que estas superficies pictóricas estén ya y se depositen en nuestro interior pues alientan vida y consolación.