Goyo - 2007-06-05 00:00:00
Humberto, en una serie de la que esta obra forma parte, quiere mostrarnos a través de un tropo o metáfora que la música es un ser vivo que se encarna en un ámbito estético.
Para lo cual concibe una estructura que segmenta -en un procedimiento muy cubista- el lienzo en distintas partes en las que coloca formas de aparatos musicales, incluso humaniza una parte del mismo, tratando de hacer una convergencia entre pintura, música y creador. Y deja que ese sonido o melodía suene en la soledad de la noche simbolizada en ese cielo azul con luna y ese símbolo de barco que representa la tristeza de los que se van y seguramente no vuelvan.
El tratamiento cromático imprime esa melancolía y paz que se desgranan con una contemplación silenciosa que nos haga oir el mensaje acústico que emana de una obra como ésta.
Y también se puede visualizar y entender como la íntima e intríseca fusión entre el trópico caribeño como fondo vital, existencial, y la representación y el canto, en un propósito de crear una estética que proyecte esa vitalidad en una oda pictórica de la música.
Todo ello fruto de un artista que cuando pinta escucha y se inspira constantemente en cancioneros, ritmos, cadencias, músicas, de lo que puedo dar fe.