Goyo - 2006-11-06 00:00:00
Una línea diagonal configura el equilibrio de esta representación. Es en el eje donde se centra y se despliega la aparición de la duda.
En los ojos se produce la confrontación de lo horizontal con lo oblicuo, fijando con ello la retina del espectador hacia ese momento de contacto de hondo calado emocional.
La esquina derecha queda en blanco, como una nube algodonosa que alienta un drama entre dos criaturas de las que se nos da sabiamente su naturaleza.
No hay carne, sólo espíritu. En nuestra mirada queda reflejada la esencia de un sentimiento, la expresividad de una imagen que se proyecta en nuestro cerebro, que nos intranquiliza. Y nos vamos con ella porque nos ha dejado una huella.
Fantástico lienzo en que su geometría nos depara una soberbia caligrafía del alma.