Goyo - 2007-03-02 00:00:00
Esta pintora, muy segura de los recursos que utiliza, nos invita a a participar de la contemplación aérea y remota de un paisaje, a extasiarnos con la visión de su belleza.
Apoyándose en un dispositivo similar al cartográfico, pone ante nuestra mirada la confluencia de las distintas variaciones y accidentes geográficos esquematizando su formación y simbolizando a través de las divisiones cromáticas su riqueza, sus múltiples formas, sus correlaciones, casi hasta configurar su fondo geológico.
Convierte la materia pictórica en una guía de superficie de una parte de nuestra tierra, en una estética de la naturaleza esencial que se escapa a nuestra percepción de a pie, exalta su existencia y la majestad de su plasticidad, imprimiéndole el significado de su valor para la condición humana.
La carga visual, minuciosa, precisa, combina la gran arquitectura vertical con la horizontalidad de lo que lo atraviesa, las curvas y meandros con las formas rectangulares, además de adivinar concavidades e islas, masas y ríos, afluentes, construcciones, etc.,
Magnífica porque es una obra que, aunque brote de un hallazgo y de un encuentro en un momento de inspiración, también requiere una disciplina y una capacidad inusuales para llevarla a efecto.