Pons-Tello - 2007-11-22 00:00:00
Ojos, ojos, y más ojos. Ricardo Mata conoce y valora en lo que vale el poder la mirada.
Y aunque la mirada se geometrice, y devenga casi robótica, continua siendo el verdadero motor de toda la obra de este artista.
Contemplamos una composición que potencia la dualidad. Algo así como un ying y un yang ocular. Un ojo se sedimenta sobre un fondo de color fuego y el otro de color cúpula celeste. Ambivalencia emocional, división anímica. La mirada se debate entre dos estados. Subir al paraíso o descender a las profundidades ígneas.
Sartre decía que el infierno eran los otros. Según eso, el cielo también pueden ser los otros. Aunque Manuel Mata parece afirmar en esta sugerente obra que cada uno de nosotros somos cielo e infierno al mismo tiempo.