Goyo - 2007-01-24 00:00:00
Siempre, de una u otra forma, estamos obsesionados con nuestra realidad antropomórfica, queremos enamorarnos de nuestra propia imagen hasta configurarnos como universo de nosotros mismos.
Esta pintora, a través de la utilización de un procedimiento como el collage, trata de recrear el mundo femenino, su mundo resplandeciente, el que se suscita y se conforma en los medios publicitarios y de difusión. Pero la recrea desde una visión desfragmentada, rota, dejando que los ojos, que parecen que están detrás de esas capas de color, encuentren nuestra mirada para comunicarnos su asombro o sencillamente su alienación.
Crea una antítesis entre las manchas rutilantes y esos ojos, casi incrustados en orificios, que denota la imposibilidad de una síntesis, la que rodea exteriormente y la que vive internamente.
Nos atrae por el choque visual que supone su encuentro y después nos desasosiega por lo que encubre.
Es una obra que conjuga una coherencia anímica con una ficción externa escaparatista, que huye de definiciones, pero no incurre en el azar, ni tampoco en un ánalisis simbólico, simplemente intenta conducirnos emocional y plásticamente hacia una confirmación que vemos todos los días en nuestro entorno. Y lo hace revitalizando y fusionando recursos de antes y de ahora.