Esta obra de Elías nos deja un silencio estremecido.
¿Quién puede adivinar el significado de una descomposición que va minando la carne del perro mariposa apenas agarrado a una media esfera de carne podrida y purulenta?
¿Muestra la truculencia de un idilio imposible entre la monstruosidad de la podedumbre y una trascendencia que no existe?
Ese primer plano, la desenvoltura y originalidad del planteamiento visual y estilístico, la formulación de un color en perfecta sintonía con la desgarradora imagen, la eficacia de la estructura compositiva, convergen en imprimir unos soberbios valores plásticos a una representación que se manifiesta como una realidad que se concita con el fin de revelar nuestra propia naturaleza al mirarla.
Es una configuración estética que no apacigua, que pide mudez para que la emoción arroje todo el contenido depositado en la sensación que produce.
En definitiva, la magia de esta obra reside en la concisión salvaje de los elementos instintivos que la vertebran y que por sí mismos general tal visión prodigiosa.