JORGE-ERNESTO - 2008-01-19 00:00:00
“Fumadores de opio”, dos personajes con vestimenta de carnaval se toman un instante, la dama ataviada con ligeras transparencias y perlas en un ajuar de fantasía, nos deja ver su desnudez mientras nos atisba con la mirada; el otro personaje con antifaz arabesco y con la pipa humeante en la mano, se aferra a la pandereta para que siga la fiesta, mientras atestiguando la escena, reposa en silencio la guitarra los ecos del carnaval.
Montoya, nos regala para la contemplación esta magnífica obra, donde al dibujo preciso y escrupuloso, le sucede la competente aplicación del color, que resuelve limpiamente con un conciente y depurado realismo, donde el lirismo y la fantasía que el autor personaliza, son el duende que nos induce a fantasear ante tanta belleza.
Su pincel discurre sin remilgos por la técnica, que aunada a su audaz impulso creador, le llevan a configurar una recreación fundada en la sinceridad de su actitud mimética y en la complejidad que conlleva su búsqueda en un cara a cara con el arte, objetivado en la representación de una realidad que adquiere vida en el lienzo, proyectando una íntima comunicación entre su talento y el espíritu de la obra.
La búsqueda de la perfección de la línea y el equilibrio estético, encuentran en la forma la idea con actitud de sincera tenacidad, que emana del emparentamiento de la línea y el color logrado por el pintor, que guiado por la inspiración pertinaz de explorador incansable de lo bello, se aúpa a un estilo muy personal, alcanzado no como hallazgo fortuito, sino como elaboración conciente y responsable; una precisa interpretación de la realidad, su realidad, un sentimiento creador y una impronta singular.
El realismo que Montoya practica, no se detiene en la mera aspiración imitativa de los objetos, labor que realiza sabiamente, sino, en la interrelación de los elementos que componen la unidad de la composición, captados con mano diestra de experiencia madura, que resalta la línea sin defecto y doma a la forma sometiéndola, para dejarla volar con precisión y armonía en la rebelde intensidad de los pigmentos.
La obra de Mariano Montoya está provista de una solvencia artística prodigiosa, todo un portento de talento al servicio de una depurada técnica.