Cuento:
Un espejo, un misterio…
En la fotografía diferenciamos dos espejos, una vasija de cristal y un perceptor que dispara con la cámara fotográfica. También, advertimos la belleza de unos objetos simples que rayan con el misterio de la realidad, de lo real, o de la razón en la mente. Las diferentes perspectivas o situaciones de una misma realidad y condición, hacen dudar en saber el lugar en donde se encuentra o está situado el objeto, esencia y forma. Es así que nacen las confusiones y desconciertos humanos donde cada uno ve las cosas de formas incomparables.
Mientras allá en los albores de la conciencia se vislumbra las imágenes repetidas, en apariencia, que reflejan tanto los espejos como las almas. Los seres humanos también pueden ser unos espejos de otros para alcanzar y verificar la verdad escondida en el otro. "Yo soy tu otro yo" y acordar no salir de ti mismo.
Además, al percibir la sabiduría que cada uno le corresponde descubrir, al manifestar y expresar los ánimos que en cada momento uno acuerda invocar en la reminiscencia de nuestras representaciones dentro de la multiplicidad del ser uno hasta el infinito, podemos reparar todas las deformidades e imperfecciones que el inconsciente acomete siempre a nuestro pesar.
Lo mismo que en un espejo ajustado frente a otro se reflejan las imágenes, las envolturas y las figuras que se acumulan en su proximidad, multiplicándose por mil representaciones parecidas, el ser humano también, en sus experiencias y vivencias en frente o cercanas a sus semblantes y análogos, pueden así adivinar en sus acciones, en rutinas, esencias, voluntades o representaciones que en la vida un acuerdo es regresar a ti mismo, a tu otro yo.