huertasdavid - 2008-05-01 00:00:00
Resulta difícil evaluar la obra de Blanca ya que en su conjunto es un tanto dispersa, tanto conceptual como técnicamente.
Consciente o inconscientemente, aparecen en ella reminiscencias más o menos veladas de movimientos y artistas dispares. Escher en “Juego de Líneas”, Seurat en “Paisaje campestre”, Kirchner en “Homenaje al maestro Armando Reverón y sus muñecas de trapo”, el propio Reverón en “pensamientos azules” o C. David Friedrich en “Iglesia periodo Colonial de Venezuela”. Sin embargo, en ésta última etapa parece centrarse en trabajos encuadrados en el llamado “optical art”, que distorsionan en cierto modo la continuidad general de la obra.
Como ella misma afirma, Blanca está aun en proceso de búsqueda de su espacio, de su arte, lo que parece no haber encontrado todavía. Sus homenajes y estudios, incluso el “Detalle de Oleo”, muestran a una artista humilde ante los maestros, me atrevería a decir que bajo la implacable losa de éstos. Quizás, a mi entender, es este sometimiento a terceros el que ancla su obra y le impide adquirir un estilo y una carta de naturaleza propias. No obstante, si se hubiera de buscar un denominador común en la obra de Blanca, éste sería en líneas generales un intenso simbolismo y expresividad.
En este contexto se puede decir que “11 de septiembre” es una de las obras que mejor condensa esa simbólica expresividad, llevándola al extremo. La obra, con un cierto aire de boceto inacabado y un dinamismo contenido, destaca por los contrastes del dibujo y por el dramatismo de la expresión. Así, frente a la ligereza general del trazo, la mirada de los personajes es tratada de forma minuciosa para conseguir alcanzar la expresión exacta que busca la artista. La escena gira en torno a un personaje central que parece escudarse tras la bandera mientras que protege una antorcha. Ambos elementos, la antorcha y la bandera, son de un carácter marcadamente simbólico. A su vez, el personaje central es acosado por una segunda figura, una especie de pájaro grotesco que hunde sus garras en aquél. Nuevamente aquí se evidencia el simbolismo tan característico de Blanca. La diferencia entre expresiones salta a la vista, mientras en el portador de la antorcha se refleja el horror y el miedo, el acosador refleja la locura, la irracionalidad. Éste es el registro en el que mejor se mueve la artista y sobre el que quizás debiera trabajar para reivindicar su propia individualidad como artista.
Si además de ello Blanca generalizara en su trabajo ese sutil sentido del humor que manifiesta en algunas de sus obras, como su versión de “El Grito” de Edvard Munich donde pinta un reloj de pulsera inexistente en el original, su obra podría llegar a resultar bastante original.