Un gran botafumeiro recorre la basílica.
El olor excitante a sándalo y carmín
les mantiene enervados con los órganos tensos.
La multitud aguarda con los brazos abiertos
cantando el “Punge Linguae” y semblante feliz.
Al ritmo de los salmos, se empiezan a agitar.
El vaivén apostólico comienza a acelerar.
Un inquieto bullicio sacude a la asamblea
y los prepucios toman el color cuaresmal.
La tensión es enorme. Se hace una breve pausa:
el Papa se levanta…¡y enseña un genital!
En pie se ponen todos. Desgarran un chillido.
Y en un cósmico orgasmo…llegan a eyacular.
El semen blanquecino chorrea lentamente
en las rosadas calvas de cada Cardenal.