Se hacen suaves caricias. Se van tranquilizando.
Cantan el “Habet Ova” y miran al altar.
Se van sentando todos en las divinas tazas.
Con profundos suspiros, se intentan relajar,
flexionan la cabeza y juntan las rodillas,
sus mentes se dirigen…al esfínter anal.
Tras el “Bene Pendentes” hay un breve silencio,
un sudor muy espeso les empieza a empapar.
Se agarran fuertemente y van frunciendo el ceño,
hacen grandes esfuerzos; se van congestionando;
el Papa dice “¡Oremus!...”
y empiezan a cagar.
El pueblo arrodillado, haciendo bendiciones,
avanza en grandes filas con ojos cerrados,
y, pasando sus índices entre las secreciones,
empieza a comulgar.