A lo largo de estas tres décadas, Méndez Lobo ha ensayado las suficientes alternativas en su pintura para que
la condición de rotundidad de sus cuadros actuales sea más que evidente. Y eso aun cuando su obra última, reunida
bajo el título “Luna de silencio”, supone un importante giro en su manera de abordar la imagen pictórica. En primer
lugar, ha desaparecido cualquier atisbo de aquella geometría que, ya fuera de manera sutil o con una marcada función
compositiva, estaba presente en sus principales series. En segundo lugar, la atmósfera lírica y evanescente que siempre
ha predominado en su trabajo ha plegado su impronta para ceder el paso a la sobriedad de unos fondos oscuros
que, en sus versiones más avanzadas, recalan directamente en el negro. Pero es sobre todo una tercera variable la que
marca la actual vía de exploración en el trabajo de Méndez Lobo: una nueva manera, más concisa y descentralizada, de
concebir la mancha.