(…)La pintura de Jenny es siempre confesional. En ellas descubrimos a la autora defendiendo ante la decadencia y la muerte, el fruto de su ejercicio creador. El ascetismo celebrado en estas escenas es el eco de la austeridad de su vida. Y el sacrificio obediente que representa al amor, es la semblanza precisa de su vocación artística. No hablo de subjetividad gratuita y narcisismo compasivo; hablo de la libertad semántica de una relación personal con Dios, que revela índices en todas partes y convierte la experiencia vital en un nuevo sacramento. Si hubiera un acento que señalar en su obra sería el carisma mariano. La creadora que en su mansedumbre se vuelve esclava del Señor y aguarda esperanzada un hijo del Altísimo. Detrás de sus visiones de la Sophia Gnóstica se levanta esta efigie de la Santa Madre con su servicio en la sombra y su pujanza solar(…)
Miguel Vizoso Consuegra