Quebranto entre calles que se retuercen al pasar por su vera, se erige, mejor, se erigía, este Torreón en Puigcerdá, cerca del Lago, único superviviente de su especie. Testigo de gentes y sus vidas, emblema de un tiempo que nadie acaba de describir ni desentrañar. Paciente, impertérrito, aburrido, irrelevante, olvidado... Hasta que los tiempos nuevos, como se viene en decir, trajeron el progreso necesario para desbaratar su fortaleza. Nadie sabe dónde quedó su esencia, ni su historia, ni su rosada presencia, ni su memoria, porque de tenerla, la tuvo, ambas dos: historia y memoria... Óleo sobre lienzo. 2001.