En el rincón de la plaza brotaba la fuente fantasma cuyo caudal perfumado era irreconocible por no revelarse ni dejarse ver, por ignorar a sus perseguidores, por carecer de aire para respirar, sin embargo, todos sabían que su fuerza no residía en el líquido que emanaba de sus entrañas, sino que era invencible porque existía desde siempre, desde antes de..., en constante transformación por la palabra... Óleo sobre lienzo. 1980.