Su mano se detiene sobre el doncel más bello:
¡el querubín mas joven de la curia oriental!.
Un éxtasis profundo arrebata al muchacho,
que se inclina temblando de rubor y ansiedad,
sus músculos cetrinos brillan en la penumbra,
desciende muy despacio la flor del Senegal.
Se humedecen los labios, carnosos y rosados,
para besar ferviente…
el falo pastoral.
Los demás religiosos cantan el aleluya,
rodeando con júbilo al joven amador.
Embadurnan su cuerpo con ungüentos sagrados,
con olorosos óleos van cubriendo al amado,
que musita, entre dientes, una breve oración:
“¡Loado sea el cír-culo, loado sea el Sober-ano…!”
Le besan, le acarician, le perfuman las manos,
nueve lenguas de fuego recorren al varón.