Monseñor les observa con profunda tristeza,
se inclina sobre el lecho, flexiona las rodillas
y tira fuertemente de un cinta rosada
que pone en movimiento catorce campanillas.
El joven elegido queda solo en la sala.
Se aproxima a los óleos, apura la escudilla,
embadurna su pene con la crema sagrada
y penetra con fuerza y feroz sacudida
al ilustre prelado que, agarrado a la cama,
aguanta la embestida.
Se agitan. Convulsionan. Se retuercen y gritan.
La excitación aumenta. El clímax llegará.
Monseñor se revuelve, se contiene, se enerva.
El joven eyacula…y canta el cardenal: