TURRES EBURNEA
I
Con sus purpúreas capas y níveos babateles,
pasan los cardenales por la estancia papal;
les brilla la mirada
y mueven el trasero con ritmo angelical.
Al llegar a la estancia, suntuosa y magnífica,
les espera en su silla, de marfil y de oro,
un alma pontificia con cástula y grial.
Ya están todos estáticos, y en su lugar preciso:
mil tronos colocados en gradas de cristal.
Mil cátedras doradas con rubíes incrustados.
Lujosos mingitorios, como asiento sagrado
de mármol y nogal.