JORGE-ERNESTO - 2008-02-05 00:00:00

“No hay creación sin destrucción” dice una máxima que resume el ciclo vital, lo mismo en el arte como en la vida, la ebullición de la creación.

Walter Félix nos deja una muestra más de su serie “las locas”, trasnochando la estética libera el cauce del impulso para dejar florecer al caos de la línea.

Una mujer sentada con la mirada perdida en la nada que es presencia vacía en sus ojos, un aderezo con greñas que caen como lianas desordenadas trepando la tristeza de su rostro que navega entre la soledad y el desconsuelo.

El rojo envejecido, lánguido, entristecido en el alboroto con otros colores que se apagan, es el vehículo de su pensamiento para llevar a la idea a crear una atmósfera que cobra vida en la escena, atándolo al sentimiento, aliando lo salvaje de la impronta a lo espontáneo del trazo, para que la fuerza óptica sea el revulsivo ante la desolación de la protagonista.

En su juego con la figuración, el pintor, detiene el vértigo de lo deliberado justo en la cresta de la ola, para dar paso a lo inadvertido, desdibujando lo hecho con la fuerza de la espontaneidad de un trazo indeliberado, hasta conseguir en ello una recreación poética en el caos, una poesía en la ruptura de la forma y la libre manifestación del color.

El desvarío en la mirada de la mujer sentada en la acera de una calle cualquiera, es sólo el pretexto en el lenguaje del pintor, una semblanza en los versos rebeldes de su pincelada, siguiendo la estela de su idea en los versos del poeta César Vallejo, que en su famoso TRILCE desdibujó sus versos, en los que, la belleza hay que encontrarla en la trasgresión formal; en este afán, su pincel alborota el gesto y desata el trazo desdibujando la forma, rompiendo su perfecto cause para que quede más la semblanza de un perturbador recuerdo que una imagen atrapada en el lienzo.

Walter Félix, en su batalla particular con el lienzo, rompe el estatismo inerte de la figuración, y desandando lo andado hace volar a su impronta en un universo inesperado, donde lo hecho es desdibujado por el impulso de un trazo convulso, que busca el liberador haz del caos como refugio de la línea.

Sólo después de este desenlace, se puede entender este parto, un camino de búsqueda para encontrar la belleza en el arte de desdibujar.