Esta es la historia detrás de mi más reciente escultura “La locura de decir adiós”
La idea
Hace nueve años me casé con mi actual compañero, en realidad el hecho en sí era un trámite al margen de nuestro amor, de manera que acudimos muy relajados y distendidos al despacho de un juez de paz. Mi compañero, Kalman Barsy, es escritor y yo escultora retratista por lo que los dos sentimos una gran curiosidad por las personas y el personaje que representan en sus vidas. Acabamos interrogando al juez, preguntándole cómo era su diario vivir, la rutina de un hombre que básicamente se dedica a casar y divorciar personas. Nos explicó de manera general las dos caras de la moneda; por un lado los casorios, más o menos pomposos pero todos envueltos en ilusión, expectativas, amor… sin embargo le dio mucho más lugar a la descripción del variopinto panorama de los divorcios. Nos habló de las caras desencajadas, de la imposibilidad de disimular el dolor o la rabia; el alivio, la culpa, todo mezclado y exacerbado, el razonamiento totalmente interferido o el orgullo enceguecedor. Concluyó diciendo: “yo lo llamo la locura de decir adiós”. Mi compañero y yo nos miramos y los dos pensamos lo mismo “¡Titulazo!”.
Desde entonces me rondaron las ganas de crear una escultura sólo para poder ponerle este título. Pero claro, con tanta fuerza y dimensión no podía ser cualquier cosa.
Reflexioné mucho sobre las separaciones; las propias y las de los demás.
Los rompimientos suelen ser dolorosos, aunque sean para bien. También suelen ser necesarios, pero estamos tan y tan interferidos por el miedo y la mirada exterior, tan desconectados de nuestro verdadero sentir que lo más difícil es saber separarse en el momento justo; como lo hace un diente cuando se desprende de su encía para dar paso a una nueva etapa.
Aferrarse, posponer o anticiparse te arroja a la locura de decir adiós.
Finalmente, después de ocho años de incubación, tuve una idea clara en mi mente. Era una mujer, miraba hacia atrás y sostenía en su mano el corazón.
El Proceso
En el momento en que me puse manos a la obra surgió la pregunta, “quién será ella”, y en mi propia línea de emoción y pensamiento sentí que debía tratarse de una magnífica interpretación, necesitaba ayuda para crear el personaje: tenía que ser Una Gran Actriz! … ¡Ángela Molina! No tuve ninguna duda. No se trataba de hacer un retrato escultórico de ella, si no que ella, como actriz, interpretara el personaje de mi obra y todo lo que yo quería expresar. Evidentemente no tenía acceso a ella en persona así que recurrí a internet. Busqué fotos, muchas fotos, miré entrevistas. Películas y series en las cuales ella actuaba se convirtieron en mi música de fondo mientras trabajaba, y así pude, como si se tratara de un proceso mágico, transportar del escenario al barro, su magistral fuerza histriónica.
Gracias Gracias Gracias.
Para todos ustedes: La Locura de Decir Adiós