...Y del Barça, culé, y fanática del baile, de cualquier estilo... y, ¡como no! de la sardana. O sea, de bailar ella misma, no de mirar, para mirar está la tele y los deportes, que esos sí que los mira: los ve, y como si bailara, los disfruta, critica, reniega, anima a los suyos, se desespera... se entrega.
Marisa es una muy buena catalana, de "pura cepa", aunque pase sus vacaciones en Mazarrón, un pueblo de la costa murciana en donde, año tras año, baña su cuerpo serrano en esa porción de Mediterráneo. Al fin y al cabo es el mismo mar, la misma agua, que se mece, va y viene, en tierras de Catalunya, su patria grande, no chica.
Marisa amiga de sus amigos, animadora de festejos, generosa "per al que sigui", inesperada y desperada, sorprendente, huidiza, se ha encontrado a sí misma. Andaba algo perdida, pero la promesa posible de una jubilación inminente, le ha bastado para completar sus ansias de libertad. Con 60 años a sus espaldas y en su corazón, Marisa tiene cuerda para mucho, mucho tiempo.
Como decía, es una mujer desprendida, que siempre está ahí, y más de uno sabe a qué se refieren estas palabras y pueden dar fe de que no son sólo palabras.
Me tomo la libertad de expresar mi orgullo de que pueda contarme entre sus amigos... Todo esto he intentado plasmar en el caricato (ni caricatura ni retrato, sino todo lo contrario). Con que me haya aproximado o le guste a Marisa, me doy por satisfecho. Ahí queda eso...