Marsellesa de pura cepa, aunque en su sangre sea portadora de genes mediterráneas de la parte peninsular ibérica. Guapa, libre, alegre. Gran persona y singular mujer. Atractiva y atrayente, dicharachera y gran conversadora. Baila el rock como los proto-ángeles y confiesa que, eso, que le gusta mucho bailar. Y sabe bailar en la pista como en la vida. Construye "pasos" y figuras únicas para deslizarse por los acontecimientos y vaivenes más desfavorables, sólo comparables a los rizos del rock más primigenio o primitivo: con decisión y despliegue de estelas aéreas repletas de sortilegios y sorpresas. Con Françoise te encuentras, desde los primeros instantes de conocerla, en familia. Así fue cuando la conocí y sigue siendo cada vez que la reconozco, nos revisitamos y nos reencontramos.
La virtud del tiempo es que no se detiene y parece existir fuera de nosotros, y a veces contra nosotros, pero esa virtud deja de serlo con los años, cuando van sumando. Los años se cargan de tiempo pasado y pesado... para algunos. No es así para Françoise. El tiempo está pero su carga es ligera porque ella se mueve fuera de su aparente carga. En este "caricato" la caracterizo y me obligo a reinterpretarla en el papel de la "Libertad guiando al pueblo", célebre lienzo del pintor francés Eugène Delacroix. Por ser francesa, marsellesa (como el himno republicano) y mujer libre. Un besote, querida amiga.