Cuento:
Érase una vez un padre en un día de fiesta por la tarde a finales de marzo de 1975. En su descanso el leñador prepara y siembra su rondada tierra mientras sabe que justamente así, en tanto que la cosecha, todos podrán comer de ella.
¡Padre! ¿Tú que me das?... ¿Me das tu trabajo sin descanso o padre? Advierto tu logro de conseguir afanarte con amor ¡Sí! porque bien sabes que la madre naturaleza de esta manera se muestra próspera.
¿Por qué eres así padre? Tú me muestras el camino a trabes de tu mano labrada por el duro trabajo, y así, queriendo exaltar tu “amor de padre”, yo te coloco una tierna y frágil flor de árbol frutal para bendecirte y engalanarte en tu trabajo de compromiso con lo creado. ¡Sí! Ahora la vida se muestra más tierna y frágil dentro de tu sufrida mano. ¡Padre! gracias por la gran labor de trabajar con la amada tierra.