rafaelpiedehierro - 2007-10-16 00:00:00
A Lorca:
Una paloma blanca con cuello azul metalizado
Revolotea por la Alambra, buenos días cielo.
Federico, las fuentes de Granada lloran lágrimas de princesa destronada y por el Sacromonte los gitanos bailan entre calderos de bronce y plata, hazaña que solo ellos saben sacar de su alma.
Los pétalos caen de una buganvilla en la ventana, la bulla a lo lejos se confunde con la alborada
Prodigio de la naturaleza
Puya acerada
Después del crepúsculo
La mortífera metralla.
Llenó el horizonte de dolor y olvido
Quejidos del alma.
El silencio lapidado la palabra
El creador y la escritura
Fundirse como injerto en el árbol, por la mañana.
Enhorabuena,por recordarnos tanto olvido,saludos.
JORGE-ERNESTO - 2007-10-01 00:00:00
“Lorca, ejecución del poeta”, una bella semblanza, una obra valiente, un homenaje al autor de “Poeta en Nueva York”(1930).
Bajo la evidencia de la realidad existe siempre la certeza de un significado latente.
En primer plano, sobre un tapiz de color verde hoja, un personaje con camisa blanca cae abatido de rodillas con las manos levantadas y enfrente la silueta de su verdugo, de pie, con polainas ocres y ataviado todo de blanco, como un fantasma justiciero. Al fondo, la expresividad de un firmamento mitad rojo mitad negro, rojo como la sangre derramada y negro que captura la oscuridad eclipsada por el fusilamiento del poeta; sobre el fondo pequeñas siluetas de seres fantasmagóricos revoleteando como almas en espantada, testigos de excepción de la escena.
En esta obra de Adolfo Vilanova, queda latente la influencia de su época de Nueva York, nos presenta un episodio cruento, en una recreación fantasmal atisbada por pequeños seres expresivos, entes representativos en el lienzo de un universo que hace presencia en el espacio, ignatas constelaciones de un firmamento escénico, vago mundo de pequeños seres en un microcosmos de fantasmas que expresan un mensaje capturado bajo el prodigio del pincel del pintor; talento que busca el equilibrio cromático con el impulso representativo, para transmitir el mensaje estético.
Una obra con una iconografía muy personal, donde el color es el que define las áreas de materia que sugieren las formas que toman vida en el espacio, siluetas tan expresivas como eficaces en la representación, que dejan al descubierto en el lienzo el desenlace de la escena. En este sentido, la pincelada parece reconstruir una realidad autónoma y dependiente al mismo tiempo, por un lado cada mancha de color permite seguir la huella del artista y la intención del trazo y por otro lado, esa misma pincelada sólo adquiere pleno sentido al delimitar el esbozo que coquetea con lo abstracto para determinar la composición.
En Vilanova, el espíritu de las formas se manifiesta a través de las vibraciones con las que él las representa, al margen de su reproducción mimética; vibraciones de su mundo interno que justifican sentir la necesidad de llenar de vida un lienzo en blanco, para que el impulso no quede solo, sino, que la necesidad de materia haga que su pincel recurra al óleo para reflejar en los planos la idea como gesto intuitivo.
Vilanova Ratzki, que anduvo por Nueva York en los años cincuenta del pasado siglo, quizá siguiendo los pasos de García Lorca, quiso hacerle un homenaje, unos versos con su pincel, recreó su fusilamiento eliminando de su mirada la retención de lo dramático, con sutileza, sin borrar el tinte trágico, sin deformarlo al hacerlo expresivo en su plasmación lindando la abstracción.