La voz ahora intuye su destino, vuelve sus ojos a su pueblo, que duerme a la sombra de un verde guardián, y en sus paisajes, y en sus gentes, y en su cultura, halla la razón de ser de su labor, y aterrizando en su propia territorialidad, nota que la cotidianidad de lo propio, lo local, la acerca al alma del mundo y la hace más universal.